domingo, 13 de febrero de 2011

Qué es una concepción del mundo. Lectura Nº3.

Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan la razón de la conducta de un sujeto[1]. Una buena parte de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas “inconscientes” en el sujeto que obra o reacciona.
Frecuentemente, esos principios o creencias inspiradores de la conducta cotidiana están explícitos en la cultura de la sociedad en que vive. Esa cultura contiene por lo común un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida, así como un código de estimaciones de la conducta.
La parte contemplativa o teórica de la concepción del mundo está íntimamente relacionada con la parte práctica, con el código o sistema de juicios de valor, a través de cuestiones como la existencia o inexistencia de un principio ideal o espiritual que sea causa del mundo (…). Por ejemplo, naturaleza herida del hombre, sometimiento a una autoridad.
La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite averiguar cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo, de la realidad social y natural vivida.
Para aclarar el papel de la concepción del mundo respecto del conocimiento científico-positivo es necesario atender a los aspectos formales de ambas.
Las concepciones del mundo suelen presentar unas puntas muy concentradas y conscientes, en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico. Especialmente esta segunda forma fue muy característica hasta el siglo XIX. Sin embargo, la filosofía sistemática se vio arrebatar un campo temático tras otro por las ciencias positivas, y acabó por intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda ciencia. En los casos más ambiciosos, la filosofía presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las ciencias positivas. En este caso, la concepción del mundo quiere ser un saber, conocimiento real del mundo con la misma positividad que el de la ciencia.
Esta pretensión puede considerarse definitivamente fracasada hacia mediados del siglo XIX con la disgregación del ambicioso sistema filosófico de Hegel.
La causa principal de su fracaso es la definitiva y consciente constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Este es un conocimiento caracterizado por su intersubjetividad[2], y prácticamente por su capacidad se posibilitar previsiones exactas. Las tesis de la vieja filosofía sistemática, de los dogmas religiosos y de las concepciones del mundo carecen de esos rasgos. Y como esos rasgos dan al hombre una seguridad y un rendimiento considerables, el conocimiento que los posee, el científico-positivo, va destronando, como conocimiento de las cosas del mundo, al pensamiento de la filosofía sistemática tradicional.
El que las concepciones del mundo carezcan de aquellos dos rasgos característicos del conocimiento positivo[3] no es cosa accidental sino necesaria. La concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilitaria). Esto no quiere decir que el conocimiento positivo no abone una determinada concepción del mundo más que otra, pero abonar no es lo mismo que probar en sentido positivo.

-Concepción marxista del mundo.

La “concepción materialista y dialéctica del mundo” esta movida por la aspiración a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. Es una concepción del mundo explícita. La liberación de la conciencia presupone la liberación de la práctica, de las manos.
La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. Engels supone la concepción de lo filosófico no como un sistema superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamiento científico: el de la inspiración del propio investigador y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados. No hay conocimiento “aparte” por encima del positivo. “No hay filosofía sino filosofar”.
Como su punto de partida y de llegada es la “ciencia real”, esta concepción del mundo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma. Esta motivación es lo que puede llamarse “inmanentismo”, el principio de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo. Principio que se encuentra en la base del conocimiento científico.
El mundo debe explicarse por sí mismo, el materialismo es lo primero en el marxismo.
El otro principio fundamental de la concepción “comunista del mundo”[4] es el de la dialéctica. Inspirado no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Es decir, a través de la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas, desprovistas de connotaciones cualitativas y, a su vez, posibilitando la formación de conceptos más adecuados.
Es por ello que los “todos” concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, pues bien, el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico es precisamente el de las totalidades concretas.
La tarea de la dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo. “El análisis concreto de la situación concreta” es, según Lenin, el alma del marxismo.



[1] Conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas. Es decir, “concepción del mundo” puede asimilarse con “episteme”.
[2] Que un conocimiento es intersubjetivo quiere decir que todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo.
[3] Seguridad e igualdad.
[4] Denominado así por Engels.

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